mariposa monarca

domingo, 15 de febrero de 2009


Tourisme dominical
Un des avantages de vivre dans une des villes les plus grandes de la planète est qu’on ne connait pas tous les coins intéressants. Ce matin, nous sommes allés vers le sud à Xochimilco, un endroit habité depuis le 14e siècle, bien avant l’arrivée des Aztèques dans la région. L’extraordinaire pour mon ambiance ici est l’abondance de l’eau. L’autrefois, c’est ici où les habitants de Tenochtitlan achetaient leurs fruits et légumes. Aujourd’hui, on y peut trouver encore des fleurs et des herbes cultivées sur place. Mais l’activité pour laquelle on se déplace est une excursion en bateau. La formule est simple : Un groupe idéalement entre 14 et 20 personnes, louent un bateau muni d’une table et d’une chaise pour tout le monde. On apporte des choses à manger, mais ceux qui l’auraient oublié ont l’occasion d’acheter des mets mexicains au cours de l’excursion. Sur le réseau très étendu circulent des petits « bateau-cuisine ». Évidemment, le conducteur de la barque vend de la bière et des liqueurs, tous des produits mexicains. Avec la bière ici vient la musique. Et qui ne puisse pas chanter, peut « acheter » une chanson des petits bateaux des musiciens de musique variée – mexicaine, évidemment. C’était une sortie charmante que je répèterais à l’avenir avec autant de plaisir et d’autres amis.
Una cápsula del tiempo
Me recuerdo de mi primera visita de una casa que está dentro de una casa, más precisamente dentro de un museo. Era una casita de madera humilde de dos pisos, abandonada ya sin muebles. Abandonada sí, pero llena de vida era, y me pasé un buen rato mirándola e imaginando a sus habitantes, cómo vivían allí. Lo que me impresionó de este lugar fueron los dibujos que cubren todas las paredes, dentro y fuera. De hecho, ninguna pared es unicolor. Todo, hasta las puertas, los marcos de las ventanas y las contraventanas está decorado con paisajes, escenas de la vida cotidiana y religiosa. En este lugar vi la ciudad de Chicoutimi, lugar donde estaba ubicada en una calle y ahora está en exposición en un museo, con los ojos del artista Artur Villeneuve. Lo extraordinario es que esta persona nunca estudió arte, nunca aprendió de otras personas cómo pintar. A los treinta y seis años escuchó la misa un domingo y llegó a cuestionarse qué talento único Dios le había dado. Era peluquero, casado y tenía a tres hijos, todos viviendo en aquella casa donde también tenía su tienda. Cuando empezó a pintar las paredes, y decirle a la gente que su talento era la pintura, los clientes y vecino no le creían y hasta hablaron mal de él. Por suerte su esposa lo apoyó, y así nació un pintor que, después de haber “cubierto” su casa con su talento, produjo muchas pinturas más en un estilo único. Por lo que vi en la exposición, la comunidad llegó a reconocerlo y a venerarlo. Me inspira de esta persona el compromiso de descubrir un talento de lo cual no sabía que lo tenía y de desarrollar este talento desde el momento cuando lo descubrió.


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