mariposa monarca

sábado, 28 de agosto de 2010

El miedo

¿Cuándo tengo miedo? Obviamente, depende del contexto. Estoy presente a mi miedo cuando salgo del metro en el D.F. en una estación que se encuentra en un barrio que no conozco y donde no conozco a nadie. Me recuerdo de un trámite que tenía que hacer, cerca de la estación Lagunilla. Cuando vi que se encuentra al lado de Tepito, me recordé de todos los consejos de mis amigos: No vayas, te van a asaltar, etc. Fui una mañana, me bajé del metro, encontré el camino, y … pasó nada. También depende de cómo percibo lo que hace la gente en mi alrededor. Hace unas semanas, fui a visitar una cueva profunda con unos amigos en una visita con guía. Al fondo de la cueva, es decir: a setenta metros bajo la superficie de la tierra, el guía apagó la luz. Fue la obscuridad absoluta. Ni pude ver la mano delante de mi cara. No tenía miedo, porque sabía que el guía iba a prender la luz algunos momentos después. Sabía que lo más probable era que iba a funcionar, y todos íbamos a regresar a la luz del día.

Se me ocurre que hay dos posibilidades: o bien tengo miedo, o bien el miedo me tiene a mí. En el primer caso, estoy consciente que no quiero avanzar en una dirección o tomar acción. Y puedo elegir hacer algo al respecto, o no. En el segundo caso, el miedo me tiene y no estoy consciente de ello. Ésta es la situación a la cual se refirió R.W. Fassbinder con el título de su película “El miedo se come el alma”. Este miedo no distinguido nos separa de nuestra esencia, y no queda nada de nuestro ser. Avanzamos, tomamos acción, pero no hay “nadie en casa”. Ésta manera de ser es existir, no es vivir.

La moraleja: No puedo evitar tener miedo, y puedo intentar de distinguirlo cuando lo tengo. Si no lo logro, el miedo me tendrá a mí.

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